Diez años de destierro by Madame de Staël

Diez años de destierro by Madame de Staël

autor:Madame de Staël [Staël, Madame de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1813-01-01T00:00:00+00:00


PASO POR RUSIA

No solemos considerar a Rusia como el estado más libre de Europa, pero es tal el yugo que Bonaparte hace pesar sobre todos los estados del continente que al entrar en un país donde no se padece la tiranía de Napoleón uno se siente en una república. Llegué a Rusia el 14 de julio. Este aniversario del día en que comenzó la revolución me impresionó de modo singular: así se cerraba para mí un ciclo de la historia de Francia iniciado el 14 de julio de 1789. Y, cuando la barrera que separa a Rusia de Austria se abrió para darme paso, juré no volver a pisar jamás un país que estuviera sometido de algún modo al emperador Napoleón. ¿Me permitirá este juramento volver a ver la hermosa Francia?

El primer hombre que me recibió en Rusia fue un francés antaño empleado en las oficinas de mi padre. Me habló de él con lágrimas en los ojos, y su nombre así pronunciado me pareció un buen augurio. En efecto, en el Imperio ruso, tan falsamente llamado bárbaro, sólo he recibido impresiones nobles y dulces. ¡Ojalá mi gratitud atraiga nuevas bendiciones sobre aquel pueblo y su soberano! Abandonaba los países que se decían en paz o que al menos no nutrían con refuerzos al ejército de Napoleón, aunque no dábamos un paso sin tener que enseñar los pasaportes y vernos obligados a lidiar con la policía.

Cuando llegué a Rusia, el ejército francés ya había avanzado bastante en el territorio del imperio. Sin embargo, ni persecuciones ni molestias detuvieron un instante nuestro viaje. Ni mis compañeros ni yo sabíamos una palabra de ruso; sólo hablábamos francés, la lengua de los enemigos que devastaban el imperio. Tampoco, por desgracia, llevaba conmigo un criado que hablase ruso y, si no hubiese sido por el doctor Renner, un médico alemán que con la mayor generosidad del mundo se ofreció a servirnos de intérprete hasta Moscú, habríamos merecido, en verdad, el nombre de «sordomudos» que los rusos dan a los extranjeros. Pues bien, aun en esa situación, nuestro viaje hubiera sido fácil y seguro; ¡tan grande es en Rusia la hospitalidad de los nobles y del pueblo! Enseguida supimos que el camino directo a San Petersburgo ya estaba ocupado por los ejércitos y que había que pasar por Moscú para llegar hasta allí. Era un rodeo de doscientas leguas, pero ya habíamos dado otro de mil quinientas, y la verdad es que hoy me alegro de haber visitado Moscú.

La Volhynia, primera provincia que teníamos que atravesar, forma parte de la Polonia rusa. Es una región fértil donde viven muchos judíos, como en Galitzia, pero mucho menos miserable. Me detuve en el castillo de un noble polaco a quien iba recomendada. Me aconsejó apresurar el viaje, porque los franceses marchaban sobre Volhynia y podían muy bien entrar allí en menos de ocho días. Los polacos, en general, prefieren los rusos a los austriacos. Los rusos y los polacos son de raza eslava. Pese a que han



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